El arte no es para mi una profesión, ni siquiera un oficio, es simplemente una forma de ser y de vivir, un espacio en cual me siento a salvo, un escape de la locura, una canalización de mis emociones e instintos, un apartarme del ruido estéril, un intento de construir un universo complementario, un experimento de creación de imágenes propias, un liberarme de ellas y entregarlas por si a alguien le llegan. Y fundamentalmente la tentativa de plasmar mi propio criterio de belleza.
Nací en Buenos Aires, Argentina, en 1944. Desde niño sentí una fuerte atracción por las formas y los colores del mundo que me rodeaba, pero cumplí con la realidad del estudiante de formación convencional, y del hijo que no se atreve a rebelarse. A los 22 años decidí abandonar mis estudios de arquitectura y a partir de ello mi formación fue esencialmente autodidacta, absorbiendo con avidez la orientación de los talleres libres de maestros de la pintura argentina a los que asistí finales de los años sesenta. Fue clave en mis inicios la concepción del arte como sinónimo de libertad y expresión personal que me trasmitió mi primer maestro, el pintor Demetrio Urruchúa en su taller de Buenos Aires. En mis más de 40 años de trabajo concentrado y apasionado, me he dedicado con empecinamiento a hacer evolucionar mi obra hacia un arte expresivo y vital que recoge las señales del Arte Contemporáneo y las que le dicta mi propia intuición y sensibilidad.
Quizás sería bueno dar alguna referencia de cual es, en mi caso, el procedimiento de generación de la obra plástica: comienzo la tarea, casi en estado de arrebato, este puede ser el hilo conductor que me lleve hasta el final o puede ser simplemente un intento fallido y un volver a empezar hasta dar con las claves en las que leo el mapa a recorrer. Debo decir, sin embargo, que siempre comienzo la aventura del cuadro sobre un plan compositivo, que me guía en esa especie de vacío que se me forma en el comienzo de la tarea. Al abismo del lienzo en blanco le superpongo mi nervioso boceto, dentro de este algunas manchas primordiales, que van a ir determinando al resto de los colores. En el punto en que la tela esta casi cubierta debo detenerme y no verla durante un largo rato, es una tregua esperanzada en la que siento que tengo una promesa de pintura esperándome. La retomo con la curiosidad de quien cree verla por primera vez, en esta instancia, cambio, intensifico, atenúo o conservo colores y formas. Tiendo a intervenirla lo menos posible y conservo muchos de los trazos dados en el comienzo. Ya en este punto siento el gozo de tenerla bajo dominio y también el temor de que un exceso de trabajo aplicado mate las vibraciones de mis primeras pinceladas. Nadie conoce el momento en que un lienzo deja de ser un ensayo y se convierte en pintura, solo se lo puede intuir o suponer. Quizás la obra plástica sea solo un intento, un voluntarioso y esperanzador intento de llegar a capturar cierto tipo de belleza, que solo se aloja en los sentidos del autor, y que quizás pueda ser trasmitida a algunos receptores. Respecto al contenido temático de mis obras, tengo una tendencia a centrarme en el ser humano puesto en las situaciones mas diversas, aunque a decir verdad todo elemento de la realidad me interesa y no puedo evitar verlo en sus posibilidades plásticas, sintiendo siempre la necesidad de distorsionarlo hasta hacerlo coincidir con cierto canon interior respecto de sus formas y colores. De todas maneras necesito decir algo acerca de los seres y las cosas, aunque a veces las transfiguro hasta aproximarme a la abstracción. Estas referencias a mis procesos interiores conllevan la ilusión de tender un puente hacia el espectador, como un intento de hacerlo participe de mi manera de sentir y hacer mi tarea.